jueves, 4 de septiembre de 2014

Imagen Corporativa y su relación con el aquí y ahora

El mundo corporativo se ha levantado y cimentado en base al supuesto de que el ser humano solo se manifiesta en  una sucesión de estados bajos donde el discurso corporativo se había convertido en el que solucionaba la carencia.

La sensación de impotencia que astutamente logra ser convertida en dependencia.
La desesperación del que quiere tapar el ansia de más que se nutre de la adquisición compulsiva de signos que se convierten en alimento de la angustia.
El impulso de quien siente que debe atrapar lo que no ha de escapársele.
La angustia de quien quiere ser tanto que ha de renombrarse constantemente en la diferencia que atrapará lo que considera suyo.
La necesidad de enredarse en el desfile de argumentos que quiten y den la razón.
La increíble sensación que, no dura ni 5 minutos, de éxtasis por haber conseguido lo que se quería.

El juego discursivo de la Cultura Corporativa se muestra ducho y a la par, muy efectivo moviéndose sobre estas bases que, de forma concluyente, pueden describir al ser humano, pero que no logran explicarlo, ni remotamente porque se olvida que también posee cualidades inherentes que rompen con estos estados cuando la molestia es excesiva, amparándose en la búsqueda por mejorar, cueste lo que cueste.

Es capaz de escuchar
De alzar la voz y reclamar
De convertirse en hombre de acción que aporta soluciones a su entorno
Y es absolutamente consciente que él, no es solo, sino que vive en comunidad a la que defenderá, si percibe que hasta su supervivencia está en juego.

La voz es el estado que la estructura corporativa siente como elemento más peligroso que incluso la acción directa contra la que puede, simplemente, efectuar acción represiva, sin embargo, la voz grita, susurra y puede esconderse en todas las esquinas, algo que no logrará ser controlado, ni aún en los más delicados de los sueños de la Cultura Corporativa.

Marketing, conoce y sabe que cuando una persona habla de una forma negativa o positiva, tiene un elevado alcance entre las personas que le rodean. Hasta ahora, las mediciones estimaban mediciones de 10x10x10 pero la realidad actual, el aquí y ahora que rodea a las Corporaciones, no logra hacer estimaciones reales sobre los impactos provocados. La cuantía numérica se ha disparado, porque en una Era donde prima, sobretodo el concepto de información se subestima el alcance cuando un mensaje inicial, en apariencia, inocuo logra extraer un recuerdo de acciones pasadas y éste logra ser transmitido a todo el mundo, en cuestión de 10 minutos extractando más experiencias y habilitando la posibilidad de que las risas y el cinismo campen en el sistema reflexivo de los grupos interesados en el proyecto.

Cualquier sistema de estimación anterior sobre los que fundamentaban las políticas, procedimientos y estrategias de éxito para la Imagen Corporativa, han dejado de tener valor cuando la información se cuantifica por noticia, respuesta y difusión máxima a una velocidad vertiginosa para estructuras solo comprometidas con la acción de convencer por medio del discurso unilateral.

Lanzado el mensaje inicial que en apariencia no tendría por qué afectar a la Imagen del proyecto, la distorsión puede llegar en cuestión de minutos al encontrarse con otros ecos que están dedicados a explorar en infinito mundo del compartir en entornos no medibles, donde una persona teniendo solo 3 seguidores en cualquier red, puede ser repetida en sus argumentos por un número inestimable de personas que se hacen cargo de la difusión de sus argumentos.

El mundo en redes, donde la sociabilización es constantemente amplificada por plataformas como Twitter, Quora, Facebook ….  No puede ser controlado para estimar el alcance real.

Y la única opción o camino de éxito seguro para seguir, es la transformación de una estructura lenta, rígida y obsoleta por otras que puedan establecerse como miembros que, sin tacha, puedan vivir en el territorio del diálogo constante.

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